Sobre la Naturaleza del Arte y las Humanidades en el Proyecto Educativo Actual

Autor

J Mauricio Prada Jurado

Actualmente cursando el quinto año de Doctorado en Historia del Arte con la Universidad de Salamanca/España. Magister en Historia y Teoría del Arte, la Arquitectura y Ciudad de La Universidad Nacional de Colombia, Maestro en Bellas Artes de La Universidad Antonio Nariño ha realizado estudios de Arquitectura con La Universidad Santo Tomás de Bucaramanga, Docente/Investigador.

Ha participado en varios congresos, seminarios, encuentros, talleres y cursos relacionados con las temáticas correspondientes a su formación profesional, a nivel Nacional e Internacional, cuenta con publicaciones de artículos en revistas indexadas, reseñas, catálogos, libros y capítulos en textos compilatorios.

Del rigor de la ciencia (Jorge Luis Borges)

En aquel Imperio, el arte de la cartografía logró tal perfección que el mapa de una sola provincia ocupaba toda una ciudad, y el mapa del Imperio, toda una provincia. Con el tiempo, estos mapas desmesurados no satisficieron y los colegios de cartógrafos levantaron un mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él.

Menos adictas al estudio de la cartografía, las generaciones siguientes entendieron que ese dilatado mapa era inútil y no sin impiedad lo entregaron a las inclemencias del sol y los inviernos. En los desiertos del oeste perduran despedazadas ruinas del mapa, habitadas por animales y por mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las disciplinas geográficas.

Suárez Miranda, Viajes de Varones Prudentes, Libro Cuarto, Cap. XLV, Lérida, 1658.

 

Palabras claves:

Humanidades, ciencia, universidades, arte, enseñanza, estética, modernidad, posmodernidad, modernidad liquida.

 

 

Sinopsis

El análisis aquí presente sobre la naturaleza del arte y las humanidades en el proyecto educativo actual, se aborda desde una visión occidental alimentada por los contextos culturales concernientes a esta mirada y que han sido aplicados generalmente en los currículos de enseñanza universitaria en cuanto a humanidades y específicamente al arte  como punto de partida se toma la concepción moderna iniciada en el renacimiento con su cosmovisión antropocéntrica en el marco de la filosofía humanística, donde se da comienzo a un proceso que perfilará la noción de arte y definirá a su vez la estética occidental; la disposición racionalista del quattrocento retoma los planteamientos de los griegos sobre la experiencia sensible y cómo esta se va articulando a otras disciplinas del conocimiento subrayando la no separación entre lo que entendemos por humanidades y la ciencia.

Para el análisis es necesario señalar la importancia del taller renacentista como centro donde se desarrollaron no solo las teorías estéticas retomadas de la antigüedad, sino también donde se empieza a formar la idea de la unidad entre las artes liberales y mecánicas que incidieron en la formulación de los tratados de arte y entrarían a conformar el quehacer de las academias en siglos posteriores específicamente durante el siglo XVIII con el neoclasicismo, momento en el cual la estética es entendida como la ciencia de lo bello y surge entonces la denominación de las Bellas Artes, abriendo una separación tanto formal como técnica y conceptual e incidió directamente en la concepción del arte y su distanciamiento con  la objetividad racionalista del pensamiento científico.

Este enfoque neoclásico de asumir la estética como una ciencia, ocasionó que los artistas miraran la academia con rechazo al tratarse de una manera de coartar la libertad expresiva del arte dentro de un espíritu romántico, iniciando una ruptura presente en las vanguardias de finales del XIX y comienzos del siglo XX, que ahondarían en el distanciamiento con el pensamiento pragmático del campo de las ciencias producto de una sociedad industrializada, su alejamiento en algunas vanguardias más que en otras significaría en el campo de la enseñanza el tomar el arte como algo ajeno en el mejor de los casos, frente a otras disciplinas del conocimiento humano que se abrían paso dentro de una noción tecnócrata de progreso consecuencia de la modernidad que definió gran parte del siglo XX y sus consecuentes pasos ya avanzados del  siglo XXI.

La separación de las ciencias exactas y las humanidades en el transcurso del presente siglo  ha tomado fuerza en la medida en que los mercados globales de productividad y la posicionada sociedad competitiva subestiman el arte al considerarlo poco efectivo frente a las necesidades de la actualidad, el tratar de vincularlo a estos procesos ha llevado a construir otra mirada al arte que se dispone dentro de la reflexión filosófica del concepto de modernidad líquida propuesto por el filósofo y sociólogo Polaco Británico Zygmunt Bauman[1], al que este análisis sobre la naturaleza del arte y las humanidades en el proyecto educativo actual intenta llegar.

 

Abstract

The analysis that this text presents about the nature of art and the humanities in the current educational project, starts from the modern conception initiated in the Renaissance with its anthropocentric worldview within the framework of humanistic philosophy, where a process that will outline the notion of art that will define western aesthetics; The rationalist disposition of the quattrocento takes up the Greeks’ approaches to sensitive experience and how it is articulated to other disciplines of knowledge underlining the non-separation between what we understand by humanities and science.

For this analysis it is necessary to point out the importance of the Renaissance workshop as a center where not only the aesthetic theories that were retaken from antiquity were developed, but also where the idea of ​​unity between the liberal and mechanical arts that influenced in the formulation of art treaties and would enter into the work of academies in later centuries specifically during the eighteenth century with neoclassicism, at which time aesthetics is understood as the science of beauty and then the name of the fine arts, opening a formal and technical and conceptual separation that directly influenced the conception of art and its distancing from the rationalist objectivity of scientific thought.

This neoclassical approach of assuming aesthetics as a science, caused artists to look at the academy with rejection as it was a way to restrict the expressive freedom of art within a romantic spirit, initiating a break present in the avant-garde of the late nineteenth and Early twentieth century, which would deepen the distance with the pragmatic thinking of the field of science product of an industrialized society, its departure in some avant-garde more than in others it would mean in the field of teaching to take art as something alien in the better of the cases in front of other disciplines of human knowledge that made their way into a technocratic notion of progress as a consequence of modernity that defined much of the twentieth century.

The separation of the exact sciences and the humanities in the course of the present century has gained strength to the extent that global productivity markets and the positioned competitive society underestimate art by considering it ineffective in the face of the needs of today linking it to these processes has led to another look at art that is available within the philosophical reflection of the concept of liquid modernity proposed by Zygmunt Bauman, to which this analysis of the nature of art and the humanities in the current educational project tries to reach .

 

Keywords:

Humanities, science, universities, art, education, aesthetics, modernity, postmodernity, liquid modernity.

Grabado medieval de Camille Flammarion, L´Atmosphere: Metereologie Populaire (Paris 1888)

Maestros y aprendices. Un método de enseñanza: El taller renacentista        

El siglo XV abrió la puerta a una nueva época; la edad moderna[2], atrás quedaban diez siglos de medioevo fundamentados en una cosmovisión teocéntrica, un dogma de fe que permeó todas las estancias de la sociedad, se construyó una imaginería presente en su arte que evocaba el bien y el mal con todas sus consecuencias. El pensamiento humanista propio de la edad moderna, que sucedió al medioevo proponía un nuevo orden en las cosas, una mirada racionalista desde su concesión antropocéntrica y se arraigaba en los gremios de artesanos y en las academias de oficios donde la filosofía griega se retomaba para dar una nueva interpretación al momento que acontecía

De los planteamientos que se volvían a señalar de la antigua Grecia sobre la tekné en el siglo XV y constituyeron una manera fundamental para entender cómo se relacionaron en una unidad de diálogo las ciencias y el pensamiento humanístico es de destacar la inclusión dentro de las artes liberales la pintura, la arquitectura y la escultura, ampliando lo que se entendía como el quadrivium, el trívium y las artes mecánicas; saberes exactos y saberes humanos, presentes también en la edad media, ésta inclusión se sitúa en el taller renacentista posicionándolo  en un papel protagónico para indagar cómo la noción de arte que se estaba construyendo se vinculaba directamente con otras disciplinas propias del carácter pragmático cientificista consecuentes al racionalismo de la incipiente edad moderna.

El taller renacentista era el espacio donde los aprendices llegaban a recibir las instrucciones de los maestros aprendiendo múltiples oficios que no diferenciaban entre los objetos funcionales, proyectos constructivos, piezas de precisión u obras de arte, el hacedor lograba las habilidades necesarias para construir lo que se le encargara, el arte adquiere esa dualidad entre lo objetual y lo trascendental al constituir la experiencia estética parte de las reflexiones filosóficas en donde la ciencia no se daba sin el humanismo y el humanismo sin la lectura objetiva de la ciencia, el espacio del taller se constituía como una academia de las artes y del pensamiento donde se proponían soluciones artísticas pero también metódicas y analíticas frente a los objetos que también se revestían de diversas interpretaciones simbólicas resultado de la visión humanística y de la funcionalidad del planteamiento ingenieril.

Al igual que el desarrollo de estos espacios en el siglo XV como los talleres de formación de maestros y aprendices, también se dieron en favor del afianzamiento del pensamiento humanístico la presencia de las academias y en especial la Academia Platónica Florentina que se reunían en la Villa de Careggi fundada en 1459 años después de la inauguración de la primera biblioteca pública europea, la de San Marcos en 1444, las cuales bajo el mecenazgo de Cosme de Medici quien era dueño de la villa y miembro de la Academia, encomendó a Marsilio Ficcino (1433-1499) para ejercer como director, Ficino exponente principal del neoplatonismo impartió su mirada filosófica en las reuniones donde también eran miembros Pico de la Mirandola, Sandro Boticelli, León Batista Alberti, el mismo Lorenzo de Médicis entre otros grandes humanistas que ayudaron a forjar la cosmovisión antropocéntrica el mundo moderno.

Paralelo a las reflexiones filosóficas y como consecuencia de ello, se realizaron en esta Academia diferentes tratados, donde se destaca la obra de Marsilio Ficino[3]  de 1474; La Teología Platónica, en ella nos plantea que el arte partiendo de lo sensible va más allá de lo objetual, del resultado técnico de un hacer, pero la materialidad metódica en la creación artística es vehículo para trascender,  al surgir la obra de la nada; ex nihilo, se construye el objeto, a través de un conjunto se saberes  exactos y humanos donde se evidencia también desde los sentidos la experiencia estética.

Tanto la Academia como los Talleres sirvieron para construir una noción de arte alimentada por el diálogo entre las ciencias y las humanidades, esta idea tuvo su inicio con el pensamiento moderno y permaneció durante casi dos siglos del XV al XVII, tiempo también donde el humanismo y su empatía con la ciencia dejó de entenderse como un conocimiento erudito propio de estos recintos  y paralelo a la enseñanza impartida en las universidades europeas que datan del siglo XII y XIII  encontrándose bajo los dictámenes de la escolástica, filosofía que marcaba cierta dicotomía con el pensamiento moderno debido a que las universidades enfatizaban en la demostración lógica de la ciencia y no en la interpretación del saber humano – el Trivium –  de los clásicos griegos en procura de lograr una expresión propia; famosa era ya la consigna de Pico de la Mirandola con su –  Oración para la dignidad del hombre[4]– en la que su texto nos dice:

Por eso Dios escogió al hombre como obra de naturaleza indefinida, y una vez lo hubo colocado en el centro del mundo, le hablo así: No te he dado un rostro, ni un lugar propio, ¡ni don alguno que te sea peculiar, oh Adán!, para que tu rostro, tu lugar y tus dones tu los quieras, los conquistes y los poseas por ti mismo, el ser humano se forja una forma la que él quiera por su propia decisión…

La obra de arte consecuente con el pensamiento moderno ejemplificaba la experiencia apolínea y dionisiaca como partes de un todo; lo apolíneo relacionado con lo cuantificable, la simetría, la armonía, la proporción, el orden, se ajustaba directamente con los planteamientos objetivos de la ciencia, el canon en la figura humana, la perspectiva en la apropiación geométrica del espacio, la perfecta correspondencia en el uso del color, el equilibrio y sostenimiento de la forma escultórica, es el razonamiento de lo estético de la Grecia clásica, pero por otro lado se contaba con la experiencia dionisiaca en el acto creativo y construcción de la obra, que correspondía a la expresividad alterando la forma, lo asimétrico y el movimiento serpentino en la composición, el anamorfismo como recurso de una geometría se abría a otras posibilidades, el color quebrado y los contrastes fuertes en la iluminación, elementos estéticos de lo telúrico del helenismo, de la obra de arte entendida como catarsis, constituyendo así la otra parte en concordancia con la libre interpretación sugerida por la poiesis del discurso neoplatónico en el renacimiento y sobre todo a mediados del siglo XVI en el manierismo.

Grabado del Quattrocento Italiano: Taller Florentino que representa la fabricación de monedas

Un nuevo Sistema de orden cultural   

El siglo XVII con su revolución científica inicia un proceso para cambiar el orden de las cosas, ya no bastaba con que la ciencia fuera un medio para acceder al conocimiento situación usual dentro de las academias renacentistas, sino que la aplicabilidad técnica de ese conocimiento en favor de la comprobación de una verdad a través de la experimentación observable fuera la que definiría el juicio pragmático, estos métodos de la ciencia desde ahora en una alianza con la tecnología definiría el carácter investigativo  en contraposición a los planteamientos   del pensamiento humanístico donde la utilidad investigativa  transitaba en sí en la búsqueda del saber.

El pensamiento del filosofó ingles Francis Bacon, quien estableció las reglas del método científico fue determinante para esta nueva manera de abordar la ciencia y empezar a marcar una separación con el humanismo en las universidades del siglo XVII, época que coincide con el tiempo del barroco, un arte de la contrareforma iniciado en Italia y que va a desarrollarse en los diferentes países europeos constituyéndolo como un primer movimiento cultural y estilístico de carácter internacional y transatlántico, sus planteamientos vuelven a tener presente la narrativa católica, esta vez con la firme intención de frenar la reforma luterana, si bien estamos en pleno desarrollo de la edad moderna, el siglo XVII se nos propone con una visión teocentrista renovada, la iglesia católica ve en el arte el medio propicio para la divulgación de sus ideas, un arte al servicio del clero entra a formar parte de las academias y de los talleres su influencia llegará a través de España a América.

Esta disposición del barroco y la revolución científica durante el siglo XVII no solo no favoreció  los planteamientos conjuntos entre ciencia y humanidades que se habían dado en el renacimiento, sino que también se genera la idea de la poca efectividad de las disciplinas humanísticas para dar respuesta a una naciente sociedad de tendencia positivista, como consecuencia de ello, el siglo XVIII, el siglo de la razón y el pensamiento Kantiano dará un nuevo entendimiento de la dicotomía entre el racionalismo y el empirismo.

La ciencia de lo bello. Siglo XVIII      

La aristocracia que fundamentaba su gusto por lo exuberante de las piezas rococó, movimiento estilístico que prosiguió al barroco y antecedió al neoclasicismo, enfatizaba en la concepción de la estética de lo bello puntualizado en los objetos decorativos de los palacios y palacetes, en la pintura y tapices de salones y una estatuaria evocativa del ideal de belleza griego que acentuaban el valor del arte como producto de un sistema de ostentación y riqueza, no obstante también es la época de reflexión y consolidación del proyecto moderno a través del planteamiento de la empresa  filosófica de Diderot y D´Alambert: La Enciclopedia.

El artista desesperado ante la grandeza de las ruinas antiguas (1778-80) Johann Heinrich Fussli

La ilustración y su método concierne a una posición política, ideológica e intelectual que conocemos también con el nombre del enciclopedismo, la búsqueda incesante por derrocar a la monarquía y el interés por hacer el conocimiento asequible al pueblo van a justificar los análisis posteriores en los que la historia dará su juicio, pues si bien fue el espíritu de la revolución francesa la cual motivará posteriormente a otros planteamientos filosóficos, a su vez será el objeto de crítica.

Ernst Cassirer, sociólogo y filosofo Alemán en su texto de la – Filosofía de la Ilustración[5]  nos expone varias ideas concernientes al  método de la demostración y de la consecuencia  rigurosa que había sido tenido en cuenta hasta el momento, con el desarrollo de la revolución científica, el siglo XVIII  va a depurar este método a través del camino que Newton había propuesto estableciendo el análisis como principio ordenador, lo cual implica que la observación de las situaciones son necesarias  para descomponerlas en  hechos aparentemente simples en sus elementos y volverlas a reconstruir para alcanzar la comprensión, aspecto  importante que junto con la observación detallada se van a constituir en las herramientas cognitivas en el siglo de la razón, su eficacia  radica en la no estimación de la verdad absoluta antes de su comprobación, estas disposiciones no atañen a las humanidades, entre otras cosas porque los fenómenos en términos del carácter del hombre no son exactamente repetibles.

El pensamiento moderno durante el siglo de las luces encontrará la autoafirmación de la existencia al buscar argumentos en los modelos antiguos y plantearlos desde el análisis en el diálogo con su tiempo lo cual tendría dos miradas; una, el convertir esas verdades en un método único y dos la emancipación de la individualidad como reacción al pensamiento ilustrado. Esta segunda visión se hace clara en el camino que posteriormente tomará el arte moderno al concebirse como una realidad contenida en su propia esencia, ya no como una representación, sino la presencia contundente de su naturaleza, de alguna manera heredera de los planteamientos del Sapere Aude del pensamiento kantiano.

La ilustración insiste en un cambio para acceder a la condición de lo moderno, revisa la sociedad entendiéndola como lo plantea Condillac, uno de sus ideólogos, en ver en ella un “cuerpo artificial” que se compone de partes que ejercen entre sí una influencia recíproca, donde se recalca el observar para comprender y poder desestructurar lo complejo, de tal manera se asume el pensamiento moderno para analizarlo a partir de la dialéctica como objeto de crítica, el espíritu ilustrado plantea las inquietudes que el pensamiento filosófico desarrollará pero justamente por encontrarnos frente al método de contraposiciones  surgirán las diferencias entre una posición ideológica y una filosófica, entre una humanística y otra cientificista, pues el siglo XVIII no escatima esfuerzo en poner la razón como eje fundamental de todas sus teorías, en el arte específicamente se va a manifestar con tal fuerza y de esta tensión  surgirá el espíritu romántico que propuso otros caminos para entender la época.

La ilustración trae consigo un neohumanismo, un resurgimiento del espíritu del quattrocento de las academias, el esteta Alemán Johannes winckelmann, figura fundamental de este periodo, fundador de la historia del arte y la arqueología como disciplinas modernas, quien a partir de su visón historicista vuelve a traer los ideales griegos, la Kalokagathia como esa máxima del pensamiento helénico que procura la nobleza de apariencia, de bien moral y conducta; esta etapa conocida como el neoclasicismo despierta el interés por replantear el pasado, el siglo XVIII es el tiempo también de la filosofía de Kant,  fuente directa para las reflexiones estéticas del teórico Alexander Baumgarten, en una época donde la definición de arte se ajustaba a los planteamientos de una ciencia de lo bello acorde con las nacientes academias y el coleccionismo, surge otra dimensión al entorno artístico, la denominación de las bellas artes entonces no sólo aplicaban a una visión historicista en diferenciación directa con las artes decorativas, sino  que también apuntaba a un sistema filosófico para abordar la pregunta sobre – qué es lo bello –  asociado desde los griegos con una de las categorías de la estética, aisthesis a la que sostenían que se trataba de la captura del mundo a través de los sentidos, evidentemente un problema de percepción, un conocimiento sensible en contraposición directa con el pensamiento científico.

El siglo XVIII, se configura dentro de la tradición artística, bajo los cambios suscitados producto de la ilustración y de la Revolución Francesa, arraigarán una idea de arte, que si bien no se ajusta del todo a los planteamientos del pensamiento científico, si es verdad que marca una diferenciación con los procesos expresivos y la subjetividad en la creación de la obra; la normatividad proyectada por el neoclasicismo apuntará a la reglamentación de la creación artística que se enseñará desde este momento en las academias de bellas artes, esta mirada ajustada a los dictámenes griegos sobre el arte y la interpretación que realizó los tratados teóricos como los de Baumgarten, determinaron el rigor académico que será el común denominador en los centros de aprendizaje de finales del siglo de la razón o de las luces.

Siglo XIX: La industria, la ciencia y la tecnificación. Un proyecto humanístico que se ahoga

La brecha entre el trabajo concerniente a las humanidades y la objetividad de otras disciplinas  ahora también bajo el influjo de la revolución industrial, terminarán por generar una separación que no tendrá punto de reconciliación en los siglos venideros, la alianza entre industria, ciencia y tecnología será la pauta más indicada y ajustada a un proyecto económico capitalista que representarán los países más fuertes herederos y líderes de la revolución científica e industrial, estas ideas conformadas también como un proyecto político incidirán en todos los campos de la sociedad incluido por supuesto el de la enseñanza en los colegios y universidades del siglo XIX y XX.

Como resultado de esto las humanidades y entre ellas el arte mismo se verán en un segundo plano, en el mejor de los casos, por no coincidir directamente con los propósitos económicos subrayados por las nuevas normas del mercado que empiezan a tomar forma y derivarán en la relación del arte e industria denominadas en aquel entonces como artes aplicadas implantadas en los modelos ingleses de las escuelas de artes y oficios.

Pero también el arte se verá como un peligro al cuestionar los órdenes establecidos en una modernidad que deshumaniza a favor del mal llamado progreso y como consecuencia del pensamiento crítico resultado del arte que se aleja de la tradición estilística y promulgada por el mercado y las instituciones incluida las religiosas que acentuarán la mirada del arte de vanguardia como algo innecesario y ajeno a las dinámicas propias del tiempo que acontece.

Gargantúa, litografìa. Honorè Daumier 1831

Como consecuencia de esto, es necesario recordar que  durante el siglo XIX se van a generar cambios sociales que incidirán en los lenguajes artísticos y en los planteamientos humanísticos frente a las ciencias, una segunda ola de industrialización con un emergente capitalismo hará su incursión en las ciudades europeas,  el pensador Alemán Carl Marx señalará  una teoría económica explicando la crisis de su tiempo, cuestionamiento filosófico que abonará las ideas de revolución y cambio de una sociedad que quiere desprenderse de la tradición, de sus antiguos regímenes y sobre todo abordar la prometedora tecnificación en todos los campos, este tiempo acompañado de la sociedad burguesa ve en el arte una posibilidad de entenderlo como mercancía, lo objetual de la obra enfatizaba también desde su postura neoclásica y en las academias en su carácter de pieza única preservando la idea de originalidad, que venía muy bien al mercado del arte.

El romanticismo se propone como reacción directa al neoclasicismo, pero también es una actitud que ve con ojos críticos los cambios que se respiran en el transcurso y sobre todo al final del  siglo XVIII, el cuestionamiento al progreso se da, no en si, por un apego a los valores de la antigüedad, sino el determinarlo como la única opción valedera para el tiempo que acontece, el siglo XIX es también la época de la transformación de lo que la modernidad había venido planteando en mejora de un estilo de vida, la máquina se dispone como el medio eficaz para acentuar el desarrollo de un momento en el que la ciencia, la técnica y la industria  construyen los valores que primaran en la sociedad  decimonónica y será la fábrica la generadora de este orden social en donde la capacitación del obrero a través de metodologías de enseñanza técnica son clave para el mantenimiento de este sistema; en diferentes países incluyendo a los países Latinoamericanos la educación técnica con estos fines marcará la idea de consolidar un principio de aprendizaje funcional y que dé respuestas satisfactorias al momento  que se vive, las humanidades no tendrán cabida en este planteamiento ideológico, se filtrarán de manera reducida en disciplinas como el derecho, la ingeniería civil, el diseño de objetos o la medicina, pero nunca alcanzando el nivel de diálogo propuesto en momentos de gloria anteriores.

El artista y su espíritu romántico en muchos casos se verá agobiado ante la exigencia convencional de los salones, única posibilidad para hacerse un lugar en el arte, las propuestas más innovadoras y críticas del momento eran rechazadas al empezar a escaparse del gusto estereotipado de una mayoría burguesa, la exaltación del yo, lo subjetivo en la experiencia sensible de la estética romántica, el lado oscuro de los laberintos de la naturaleza humana, la imaginación, son inquietudes que dan al arte su aspecto más catártico, ajenos a los requerimientos de las academias de formación, esta ruptura con el pasado se desarrollará paulatinamente en las artes  y se manifestará particularmente en Paris con los artistas herederos de la actitud romántica y liberadora que tras de la postura del célebre pintor aragonés Francisco de  Goya vendrán artistas como  Eugene Delacroix el último romántico, o figuras fundamentales del realismo como Gustave Courbert, Eduard Manet, entre otros y más adelante con los impresionistas Claude Monet, Auguste Renoir, Edgar Degas que encontrarán en la naturaleza, la luz, en el análisis de las formas su objeto de búsqueda artística.

Los Salones, litografía. Honorè Daumier. 1842

Artistas como los postimpresionistas o los simbolistas también percibirán con dudas la incipiente tecnificación,  no es casual que sea precisamente en las últimas tres décadas del siglo XIX cuando se van a iniciar las vanguardias, los artistas de entonces habían empezado a encontrar fuentes creativas en otras culturas, donde los procedimientos analíticos consecuentes con la objetividad de la ciencia y la idealización del neoclasicismo no alcanzaban a llenar las expectativas de una obra que cada vez más se alejaba de la concepción académica y de la formalidad de los centros de enseñanza, algunos tomaron la imaginación como un elemento fundamental para la concepción de las imágenes pictóricas y poéticas que sugerían las nuevas propuestas estéticas, la formación humanística que hacía parte del concepto del hombre integral renacentista se disipaba,  la diversificación del conocimiento encontraba rupturas dicientes entre cada una de las disciplinas, la idea de belleza que había ajustado la estética dentro de los planteamientos de la Grecia clásica quedaba atrás con esta ruptura, las artes aplicadas herederas de la denominación medieval de artes mecánicas, dentro del proceso de tecnificación de la enseñanza, caminaban paralelamente con las artes decorativas que se fundamentaron a partir de mediados del siglo XIX, primero la escuela inglesa de Arts and Crafts, finalizando el siglo la estética Art Nouveau y en los años veinte del siguiente siglo el Art Decó.

A mediados del siglo XIX, la mirada aguda y crítica del poeta Charles Baudelaire había señalado en sus escritos el agotamiento de un mundo moderno que se devoraba así mismo, el spleen, ese tedio que lo invadía todo, que en el artificio de lo novedoso se nos presenta como el canto de sirena bajo la noción de progreso, de una sociedad enceguecida por la tecnología, nuevo Dios que la modernidad producía y ésta se satisfacía en los intereses que la ciencia y la industria ofrecían como modelo burgués de desarrollo.

Baudelaire en su ensayo – El Pintor de la vida moderna -, nos describe este nuevo perfil de sociedad que se va adaptando a los cambios producto de lo que describimos anteriormente, para 1857 publica Las flores del mal, proponiendo en siete partes del poemario una incisiva introspección sobre las dimensiones laberínticas de la experiencia humana, el arte además de adquirir ese carácter crítico, también revierte los planteamientos estéticos clásicos en los que se había sostenido una propuesta de integralidad entre las humanidades y la ciencia, la experiencia poética se construía desde el mundo presente no con la evocación de un pasado  y paradójicamente sobre el presente se miraba a la ciencia, industria y tecnología como  posibilidades de las que se debía desconfiar.

El taller del pintor, óleo/tela Gustave Courbet. 1854-54. (Detalle, retrato de Baudelaire)

Siglo XX: Redefiniciones estéticas y otras dimensiones de la dicotomía humanidades/ciencia

A finales del siglo XIX el tiempo de la máquina había llegado, el camino abierto décadas atrás cuando en 1839 Louis Daguerre, Frances pionero de la fotografía, patentó su famoso Daguerrotipo del Boulevard Du Temple contribuyó a despertar el interés por explorar este medio,  el terreno de la imagen había dispuesto otras maneras de entender lo visual, la captura del movimiento en el cinematógrafo se proponía con el inicio de siglo XX con más expectativas que logros pero terminaría posesionándose como el lenguaje que mejor definiría el siglo, las teorías revolucionarias en la ciencia y la añoranza por un futuro prometedor subrayaban una época de cambios donde la ciudad se disponía como el centro de la modernidad donde todo confluía.

Las reglas del mercado una vez posicionadas producto  de una sociedad paulatinamente más industrializada, ven en el divertimento que proporcionan los espectáculos de masas una posibilidad  para sustituir la idea romántica del arte en cuanto a introspección y reflexión dando paso a otra dimensión sobre lo que se estimaba como la vieja cultura, llamadas  – empresas de entretenimientos –  que con el transcurrir del siglo se denominarán las industrias culturales, afectando de alguna manera al arte y sus protagonistas que buscaban a través de su oficio una catarsis, una reivindicación de su propio ser frente a su tiempo donde la libre  expresión y la crítica resultaban ajenas a los gustos burgueses del momento.

La llegada de la Primera Guerra Mundial o Gran Guerra llevaría también a cuestionar el proyecto racionalista moderno[6] que ante tal hecatombe la reacción desde el arte se daría con las vanguardias como el Expresionismo y su resquebrajamiento de lo bello propuesto anteriormente casi como valor inherente al arte y el Dadaísmo con la no razón y el azar como método de creación de una experiencia plástica que dejaba de concentrarse en la materialización objetual y sentaba las bases en la fina ironía  y en la idea como arte, Marcel Duchamp, artista Frances de este movimiento y pionero del arte conceptual, con su – L.H.O.O.Q – revierte el  valor del icono renacentista y con ello la concepción de arte que hasta el momento primaba en la estética occidental, Dadá también irrumpe con la acción directa, el contrasentido, el caos y la deriva, señalando en el errabundeo una experiencia poética del contra sentido del habitar y  continuarían con el Surrealismo, en el inconsciente como método creativo, gestos que tendrán eco en la paradoja de la no imagen del – Cuadrado Negro – de Kazimir Melevich donde el objeto pintura deja de ser agotando la idea suprema del abstraccionismo y quizás como consecuencia de lo anterior y con la irreverencia propia de la actitud crítica del arte, la pieza experimental de los – 4`33“ – de John Cage, músico Estadunidense del movimiento fluxus o el – Dibujo de Kooning Borrado –  de Robert Rauschenberg, artista también norteamericano neodadaista quien con esta acción transita en lo que se denominará la desmaterialización del objeto artístico.

L.H.O.O.Q, litografía dadaísta. Marcel Duchamp. 1919

Los intentos por conciliar los métodos pragmáticos de la ciencia con los planteamientos humanísticos del arte y reflexionar en la concepción más profunda de lo que significa construir/crear ven en el proyecto de Walter Gropius en Weimar Alemania, 1919, La Bauhaus, escuela experimental de enseñanza de la aplicabilidad del arte y sus procesos en todas las dimensiones creativas del diseño, fue una de las propuestas más coherentes e influyentes en el transcurso del siglo XX, su influencia en las escuelas posteriores una vez después de su cierre en 1933 a causa del nazismo, se concentraron en aspectos generales  como procurar hacer un compendio de diferentes disciplinas artísticas insistiendo  sobre todo en los planteamientos del diseño en los ciclos básicos de creación, pero estas escuelas con su acercamientos más formal y de apariencia  que de orden conceptual y propositivos, fueron entonces presa fácil de las políticas imperantes que veían en estas escuelas de formación  mano de obra ahora capacitada para fortalecer las industrias cada vez más tecnificadas, cosa que no es de lamentar, salvo por el parapeto artificioso construido a través  de una cortina de seudo arte.

Estados Unidos una vez de que el régimen del partido Nazi cerró la Bauhaus en 1933, ese mismo año se abría la Black Mountain Collage, en Carolina del Norte/USA, una escuela experimental con énfasis en las prácticas artísticas, pionera de la danza contemporánea y de las tendencias más innovadoras de la década del sesenta, movimientos como fluxus e integrantes como John Cage, George Maciunas o Merce Cunningham, provienen de allí,  su duración de casi 30 años fue significativa en los movimientos contraculturales de los 60s a pesar que su cierre se dio en  1957, su incidencia en términos de visibilidad y renombre es  menor que la escuela Alemana de la Bauhaus, quizás por tratarse de ser una escuela que se alejó de los dictámenes del mercado y del mundo capitalista, propios de la sociedad consumidora norteamericana y por ende del modelo imperante en los demás países de la América de Colón.

El periodo entre guerras cambió el orden mundial, Estados Unidos se posicionó como la gran potencia, atrás quedaba el imaginario de Paris como centro de la modernidad, Nueva York es el epicentro cultural y el País es el punto geográfico que representa el bienestar capitalista, donde confluyen todos los aspectos socioculturales del momento para entenderlo como el mejor lugar para continuar con las dinámicas propuestas de las revoluciones científica, tecnológica e industrial, esta situación influye directamente en los sistemas de enseñanza de algunas de las  universidades estadunidenses, en donde sus ofertas académicas se destinaron a favorecer los programas que sostenían directamente en términos de productividad económica el interés capitalista, las humanidades, en este periodo comienzan el camino de considerarse como algo innecesario, improductivo y obsoleto, en consecuencia la escogencia de los programas académicos se empiezan a resolver de acuerdo a la favorabilidad económica que éste demanda una vez que se llega después al mundo laboral, el proyecto moderno que sostenía lo que se entendía como inmutable se resquebraja y con ello una redefinición del mundo.

Las nuevas tendencias del mercado también hicieron parecer antiguos los programas académicos que no se adaptaban a los cambios que la sociedad tecnócrata y competitiva del mundo capitalista del siglo XX imponían, surgen entonces otras carreras profesionales diseñadas directamente frente a las necesidades del mercado, la educación se empieza a regir por los dictámenes de la oferta y demanda y no por postulados pedagógicos, ni por las dialécticas entre las ciencias y las humanidades; de igual manera ante la necesidad de opciones más pragmáticas y efectivas en cuanto a la idea de un aprendizaje más funcionalista, se abren otras alternativas de enseñanza especializada, cursos rápidos de formación, carreras profesionales de seis a ocho semestres con posibilidad inmediata de un postgrado, perfiles de enseñanza mediática, simplificación de saberes donde siempre se privilegia lo que  fácilmente se emparenta con los requerimientos del momento.

Ante el panorama anterior donde el modelo de una modernidad que ya para finales del siglo XX, resultaba caduca el filósofo Frances Jean Francois Lyotard señala en su libro – La Condición Posmoderna: Informe sobre el saber de 1979 – el fin de los grandes relatos planteados en los discursos hegemónicos de poder concentrados en cuatro puntos a saber:

  1. El relato del cristianismo y con ello el fin de la promesa divina de un reino espiritual que avala cualquier infortunio en vida.
  2. El relato Marxista y con ello el fin de la promesa de la plenitud utópica del vencimiento de la burguesía por parte del proletariado.
  3. El relato capitalista que se nos brinda como el alcance de un estado de prosperidad como resultado del arduo trabajo.
  4. El relato del iluminismo que proponía que a través de razón se llegaría a un momento en el que el orden bajo su lógica consecuente garantizaría un nivel de tranquilidad.

Estos aspectos desarrollados por Lyotard, determinan que el proceso en el cual se inscribían lo que en su momento se entendía como humanidades y ciencia dejan de comprenderse de esa manera, la ampliación y redefinición de los conceptos clásicos no permiten plantear la discusión bajo los parámetros que se señalaron en los siglos anteriores cuando el proyecto moderno se estaba consolidando, el mejor ejemplo de ello recae en la obra de arte que como termómetro de su época apuntó a una desmaterialización no solo formal, sino  también técnica y conceptual, el crítico e historiador del arte estadunidense, Arthur Danto en sus discursos nos habla del fin de las narrativas de como se había leído el arte hasta la década del 60 y ahora un momento que se dispone para pensar en ese – Después del fin del arte – la resignificación en términos estéticos corresponde a una articulación con los contextos donde  se genera la obra de arte en un diálogo recíproco con la sociedad, Andy Warhol repetía en sus lacónicas entrevistas, que en el futuro cada uno vivirá 15 minutos de fama y esa fama sostenida por la idea del arte como espectáculo, los sistemas de enseñanza también redefinen sus proyectos de estudio y se hace entonces necesario una reconstrucción bajo la óptica de lo posmoderno determinar qué se asume por ciencia y humanidades, teniendo en cuenta que la posmodernidad no se define como un fenómeno único y aislado, sino por el contrario la complejidad del concepto está en los múltiples campos que aborda, la interpretación por  lo actual y los planteamiento por fuera de lo que se entendía como institucionalidad.

Pieza colocada por Banksy en el Museo Británico que les coló de forma clandestina 2005

Siglo XXI. Entre Redes en un Mundo Globalizado

Hacer un análisis sobre el tiempo que estamos viviendo correspondiente a la temática que ha acompañado el texto sobre la naturaleza del arte y las humanidades en el proyecto educativo actual, es confrontarnos a enunciar conceptos que ante la velocidad propia de nuestra época son susceptibles de cambios en cuanto al sostenimiento de una argumentación, los planteamientos que señalan el fin de un proyecto definido como la modernidad nos llevan a denominar en un solo término que implica un desarrollo filosófico al momento posterior que occidente ha llamado posmodernidad.

Para ello se requiere de una revaloración en todos los aspectos que definen la sociedad y acorde con las dinámicas del mercado propuestas en el transito del siglo XX, podríamos señalar en primera instancia el cambio en el campo económico; pasamos de una economía de producción hacia una economía del consumo, que afecta todas las estancias de lo actual incluido el tema de la educación, hoy en día las universidades se rigen a través de los grandes grupos empresariales, la producción y rentabilidad son patrones medidores de su calidad a diferencia de cualquier idea de la universidad como lugar que genera un conocimiento fundamentado en la reflexión humanística de carácter investigativo pero ajeno al resultado inmediato de recaudo económico, de pertinencia y de viabilidad.

La posmodernidad trae consigo el concepto de globalización que entre otras interpretaciones es derivado de las teorías financieras y se hace posible a través del culto a las nuevas tecnologías[7] y específicamente al internet[8], vivimos no solo en la era mediática donde la imagen es la que define la veracidad del mundo, sino que esta tecnocracia se propone también como la búsqueda de lo inmediato en un eterno presente donde el pasado sencillamente no existe y el futuro no se contempla como posibilidad, el arte que se había fundamentado como experiencia sensible pero también como experiencia crítica, una vez del fin de las utopías, es capturado bajo el influjo de la aldea global y se nos presenta en una alianza vacía entre lo cultural y el espectáculo que a través de él se puede dar.

Los discursos políticos han demostrado su efectividad con las alianzas del sector económico y su incidencia directa por el control de las masas, de allí que la cultura, entendida ésta desde la dimensión más superflua como entretenimiento,  resulta tan importante tenerla a su favor a través de las políticas culturales que subrayan en la homogenización consecuencia del discurso globalizante de la gran aldea, los sistemas económicos que asumen la cultura desde los parámetros que da la industria proponen proyectos basados en el emprendimiento creativo, proporcionado por el modelo que se nos ha vendido de la economía naranja, modelo que afecta negativamente no solo las dinámicas propias del arte, como su autonomía, libre expresión, pensamiento crítico y reflexivo, sino que también la posibilidad de las humanidades como fuente de análisis de su propia realidad, cuestionamiento propositivo de otras formas de entender el tan venerado por estos tiempos y ya mencionado discurso del emprendimiento creativo.

En consecuencia con lo anterior Zygmunt Bauman propone el concepto de modernidad líquida en el que señala que no se trata de una terminación de los enunciados que la modernidad propuso, sino que corresponde a una hipervaloración de los mismos, tanto así que ya la solidez que los definía se sobrepasa haciendo la referencia a un líquido desbordado,  manteniendo su condición cambiante, de transitoriedad, de inestabilidad, si bien los factores que incidieron en el avance de una sociedad globalizada pueden entenderse como negativos de acuerdo con las humanidades, estas deben entenderse como el desarrollo de un pensamiento crítico no como un conjunto de disciplinas que hacen referencia a otros momentos de la historia, su actualidad reside en la posibilidad de plantear reflexiones que repercutan en las determinaciones tomadas por una sociedad frente a su propio devenir, la esencia misma del pensamiento humanístico se ha fortalecido en cada momento que se ha visto confrontado ante el juzgamiento de su utilidad, porque en resumen cuando se aborda el humanismo estamos señalando nuestra naturaleza más – humanizante – sobre todos los aspectos que nos distraen de la experiencia única  que es la  vida.

Isaac Newton, acuarela y tinta, 46 x 60 cm. William Blake 1795

Conclusiones

Los momentos de diálogo y separación que han tenido las ciencias y las humanidades es una situación propia de la edad moderna, y se ha repetido en otras esferas sociales a manera de un diástole y sístole de los periodos historicistas, el proyecto moderno inicia con el antropocentrismo marcando una cosmovisión diferente y de ruptura con el mundo medieval que se propuso a través de la razón, el empoderamiento de la misma fue permeando cualquier otro sistema de pensamiento basado en la subjetividad, la experiencia sensible, la libre interpretación o los dogmas de fe.

La dicotomía presente en las artes liberales entre los saberes exactos y los saberes humanos se fueron haciendo más notorios, primero con la revolución científica, luego la revolución industrial y más adelante con la alianza entre estas dos revoluciones mediadas por la tecnología y el capitalismo del mundo burgués.

Ante este panorama, las humanidades comenzaron a verse como disciplinas que aportaban solo un conocimiento cultural ajeno a los intereses de una sociedad pragmática, las universidades que en su momento no asumieron revertir este paradigma, iniciaron la tarea de responder a las normativas financieras y políticas globalizantes por encima de las reflexiones académicas en torno a los aportes de las humanidades y el contexto particular donde interactúan, afectando directamente más al distanciamiento y convirtiendo a propósito de los planteamientos investigativos, la escogencia de aquellos proyectos subrayados como viables si se ajustan a estas leyes del mercado y la productividad.

Las humanidades no son un conocimiento retorico de aspectos aislados en el devenir de los pueblos, su principal efecto es el desarrollo de un pensamiento crítico frente a una cultura que pretende homogenizarlo todo y medirlo a partir de condiciones financieras, nos resulta no solo necesario, sino absolutamente urgente para poder tomar las decisiones más idóneas que no sigan afectando primero al planeta dentro de una política coherente ambiental, de tolerancia frente a las grandes oleadas de emigraciones que se están teniendo en todo el mundo, de entendimiento y no de discriminación frente a las diferencias de  razas, géneros y credos, de sensibilidad frente a un mundo cada vez más tecnificado y sobre todo de posibilidades de ser, ante la codificación imperiosa de una sociedad que acostumbra a ver solo masas y no individuos; personas que luchan, sueñan y no desisten por encontrar un momento mejor.

Bibliografía

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BAXANDALL, Michael. Arte y experiencia en el Quattrocento. En: Pintura y vida cotidiana en el Renacimiento. Barcelona: Gustavo Gili, 1978.

BERMAN, Marshall. Todo lo sólido se desvanece en el aire: La experiencia de la modernidad. México: Siglo Veintiuno, 2008.

BOWEN, James. (1979) Historia de la educación occidental, volumen 2 (La civilización europea), Traducción de Juan Estruch, Barcelona, Ed. Herder.

BURKE, Peter. (2002) Historia social del conocimiento. De Gutenberg a Diderot, trad. de Isidro Arias, Barcelona, Paidós.

DIDI- HUBERMAN, Georges. Lo que vemos, lo que nos mira. Buenos Aires: Editorial Manantial, 1997.

FRISBY, David. Paisajes urbanos de la modernidad. Buenos Aires: Editorial Universidad Nacional de Quilmes, 2007.

GOMBRICH, Ernst H. Ideales e Ídolos ensayo sobre los valores en la historia y el arte. Madrid: Ed. Debate, 1999.

SENNETT, Richard. Carne y Piedra. El cuerpo y la ciudad en la civilización occidental. Madrid: Alianza Editores, 2003.

SONTAG, Susan. Contra la Interpretación, 1 ed. Buenos Aires: Ed. Alfaguara, 1996.

[1]“… La vida liquida y la modernidad liquida están estrechamente ligadas. La primera es la clase de vida que tendemos a vivir en una sociedad moderna líquida. La Sociedad moderna liquida es aquella en que las condiciones de actuación de sus miembros cambian antes de que las formas de actuar se consoliden en unos hábitos y en unas rutinas determinadas. La liquidez de la vida y de la sociedad se alimentan y se refuerzan mutuamente. La vida líquida, es como la sociedad moderna líquida, no puede mantener su forma ni su rumbo durante mucho tiempo…” BAUMAN, Zygmunt. Vida Líquida. Ed. Paidòs. Barcelona, España. Pag 9

[2] “…El renacimiento llegó alcanzar muy pronto un significado universal que fue desvinculándose de sus raíces italianas luego de que la nueva visión del sentido de la vida y del hombre hubiese conquistado nuevas tierras y vías.” GARIN, E. La Cultura Filosófica del Renacimiento Italiano, Barcelona, Ariel, Garin 1980. Pag 16

[3] “Junto con Pico de la Mirandola y Angelo Poliziano, Marsilio Ficino forma el grupo mas sobresaliente del mundo humanista florentino. Prácticamente toda la vida (1433 – 1499) transcurre en Florencia y es testigo del esplendor, de las intrigas y preocupaciones de la ciudad. Es un hombre vinculado en su vida y en su obra a los Medicis, desde Cosme el Viejo que iniciará la gran biblioteca florentina y la búsqueda de códices y los primeros contactos con sabios griegos como Platón. Ficino ha pasado a la historia del pensamiento como padre de la sabiduría, que rescató el dogma platónico sepultado en el polvo por la incuria del tiempo…” Humanismo y Renacimiento, Selección de Pedro R Santidrian. Alianza Editorial. Pág. 55

[4]“… En la edición de 1557 aparece con el título de Oración o Discurso sobre la dignidad del hombre, aunque, como es lógico, tal título no se debe al autor. Así ha pasado a la historia hasta nuestros días. Como discurso u oración que es su redacción forma un bloque compacto sin divisiones ni títulos. Ediciones posteriores distinguen dos partes: Una la propiamente dicha oración introductoria a la disputa de las 90 proposiciones o conclusiones. Con esta primera parte introductoria quiere atraer la benevolencia de los destinatarios, los hombres frente a los cuales ha de defender las tesis. La segunda parte es apologética. Comienza con el elogio de la filosofía y su incursión en los diversos campos de la filosofía y de la ciencia.” Humanismo y Renacimiento, Selección de Pedro R Santidrian. Alianza Editorial. Pág. 119

[5] CASSIRER, Ernst. Filosofía de la Ilustración. Ed. Cátedra, 1994. Capítulo 1, Pág. 17 – 53

[6]“Si prestamos atención a los pensadores y escritores de la modernidad del siglo XX y los comparamos con los de hace un siglo, encontramos que la perspectiva se ha achatado radicalmente y que el campo imaginativo se ha reducido. Los pensadores del siglo XIX eran, al mismo tiempo, enemigos y entusiastas de la vida moderna, en incansable lucha cuerpo a cuerpo con sus ambigüedades y sus contradicciones; la fuente primordial de su capacidad creativa radicaba en sus tensiones internas y en su ironía hacia sí mismos. Sus sucesores del siglo XX se han orientado mucho hacia las polarizaciones rígidas y las totalizaciones burdas…” BERMAN, Marshall. Todo lo sólido se desvanece en el aire.  Ed. Siglo Veintiuno. Madrid 2008. Pág. 11

[7] “. A través de las redes se amplían y surgen otras formas de convivencia que niegan los patrones capitalistas…La ruptura del discurso monocéntrico de los mass media contiene los cimientos de la propagación de corrientes antagonistas tildados por los propagandistas -voluntarios o involuntarios- del neoliberalismo como antisistema, frente a discursos que provienen de una infraestructura informativa deletérea, remora de los poderes financieros y políticos…” ANTONIO, Fernández Vicente, Ciudades de Aire. La Utopía Nihilista de las Redes. Ed. Catarata. Pag. 59

[8]“Los efectos que internet y los nuevos dispositivos de la conectividad están teniendo en las prácticas de creación, circulación y recepción de las imágenes son hoy uno de los campos de trabajo prioritarios de los Estudios Visuales. Un análisis, el de las formas en las que se generan, circulan y propagan las imágenes, de sus funciones en un contexto articulado por los social media, que exige también atender, y con particular atención, a los nuevos modos de ver y del darse a ver a los que inducen…” PRADA, Juan Martin. El ver y las Imágenes en el Tiempo de Internet. Ed. AKAL/Estudios Visuales. Madrid 2018. Pág. 5